(Imma Fernández, Barcelona, 12/07/2011, El Periodico de Cataluña)
Portaceli dirige ‘La Nostra classe’, crónica de un pueblo polaco que durante la Segunda Guerra Mundial quemó a 1.600 de sus vecinos judíos. 
Sucedió en un pueblacho de Polonia en 1941. Cerca de 1.600 judíos murieron quemados en Jedwbane y la culpa se la llevaron los ocupantes nazis. Seis décadas después, ya en el siglo XXI, se destapó la verdad: los autores de la masacre fueron los propios compañeros, vecinos e incluso amigos de las víctimas. La escalofriante historia llega hoy al Teatre Lliure de Gràcia dentro de la programación del Grec, en un montaje de Carme Portaceli basado en la obra La nostra classe, de Tadeusz Slobodzianek. «Traeros kleenex. Es una crónica llena de emoción, un gran poema sobre la culpa colectiva, la supervivencia y los odios y venganzas», resume la directora.
Portaceli recurre a las palabras del dramaturgo Thomas Bernhard para explicar lo sucedido. «Si rascamos un poco, todos llevamos dentro un nazi, el intolerante, el irracional. Tal como se vivió en nuestro país con la guerra civil o más recientemente en los Balcanes».
Compañeros de clase
El hombre es un lobo para el hombre, como diría Hobbes, y en La nostra classe los lobos y sus víctimas eran todos compañeros de escuela. Cinco judíos y cinco católicos. Ya están todos muertos y vuelven para explicar su pesadilla. Lo hacen en 14 escenas-lecciones y sus apariciones se alargan en un periodo que va desde 1931 hasta nuestros días, pues unos fallecieron antes que otros. David Bagés, Roger Casamajor, Lluïsa Castell, Rosa Boladeras y Ferran Carvajal, entre otros, se meten en el pellejo de esos diez espíritus que, según Portaceli, regresan «para hacer un ajuste de cuentas» y relatar su verdad. «Algunos mienten, no porque quieran, sino porque se ha dicho tantas veces una mentira que ellos la han hecho real». Fiel al texto, Portaceli apuesta por el trabajo físico actoral y adereza el coloquial, ingenuo y brutal lenguaje con rimas populares, canciones infantiles, un tango o un vals.
Entre los personajes figuran un rabino, el guaperas ligón reconvertido en torturador, la judía conversa, el amigo traicionado… «No es una obra de buenos y malos», afirma Bagés. «Es un toque de atención para evitar que haya gente que provoque el odio racista, como ahora con Josep Anglada y Xavier García Albiol, porque puede volver a pasar».
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